Descripción
La escritura está en crisis. No porque esté en desuso, sino porque está mutando. Como tantas de nuestras actividades cotidianas se ve afectada por el desarrollo de nuevas tecnologías que los seres humanos hemos desarrollado e incorporado a nuestras vidas. Escribir, un acto supremo en nuestra relación con los demás, es “representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie”, según la Real Academia Española. Hoy, todos y cada uno de los elementos en la definición se transforman: las palabras, las ideas, las letras, los signos, el papel y las superficies.
Nos adentramos en una nueva era en la que el debate socrático se reabre con la aparición de máquinas que son capaces de comprender, retener, procesar y transmitir el pensamiento humano y, sobre todo, de escribirlo a partir de la palabra humana e incluso de reproducirlo con una voz artificial distinta para que llegue a otros, a muchos otros. Casi podría afirmar, aun a riesgo de sonrojarnos, que la propia humanidad está en crisis.
La escritura evoluciona y los elementos que la convirtieron, no ya en herramienta sino en signo de distinción de nuestra condición humana, condicionan su desarrollo. Cambia el valor y el significado de la palabra, su dimensión, su alcance, su valor; tenemos en revisión nuestras ideas, nuestra visión de un mundo que dominábamos y en el que un virus —un microorganismo acelular— ha doblegado las pocas certezas que creíamos tener en una sociedad cuyos principios y valores estamos reescribiendo.